Apenas doblo la esquina sobre Chasséstraat aproximándome a la sede indicada para el taller al que C. Salazar me invita, se yergue ante mis ojos una iglesia desconsagrada. Dedicado en un principio a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, este edificio construido en ladrillo durante la segunda década del siglo XX alberga hoy día un espacio cultural laico. Mi mente, seguramente demasiado habituada a generar analogías, busca comparar este recinto al ExTeresa en la Ciudad de México. La diferencia evidente está en que este espacio pertenece al sector privado. El inmueble ha quedado despojado de toda connotación católica, la referencia que lo denomina hoy día obedece a la zona donde se encuentra, cuyas calles están todas nominadas en referencia a aristócratas de la milicia decimonónica holandesa.
Llego temprano, así que deambulo a modo procesional al interno del recinto, hoy día acondicionado con varias aulas de danza. Dos anfitriones me sonríen –una joven que me hace pensar a Saraswati, la diosa de las artes hindú y un hombre con perfil Togo- como si fueran iconos sacros situados al ingreso de un recinto -no puedo que denominarlo así- dedicado hoy día a la enseñanza de la danza clásica occidental, contemporánea, afro y urbana, donde encuentro integradas decorosamente en la sociedad personas de distintas proveniencias geográficas y étnicas.
El taller da inicio presentándonos los unos a los otros, hay otros dos chicos además de Cesar, otra chica y yo. Cada participante proviene de distintas disciplinas y por lo tanto es emocionante entrar en juego con ellos. Un chico proviene de San Francisco, otro es oriundo de Amsterdam, la otra chica no recuerdo si especifica de que ciudad proviene en los Países Bajos. Cesar y yo nos conocimos hace tiempo cuando éramos estudiantes en el Colegio de Teatro y nos entrenábamos con Rodolfo Valencia, en su método actoral. Reconozco en su vocabulario y en su propuesta puntos clave de ese espacio epistémico que compartimos. Me alegra tanto distinguir de manera especular esa dinámica con problemáticas especificas, bien delimitadas a partir de un cierto lenguaje estético y filosófico que nos vinculan en la experiencia de nuestros años universitarios, que constituye una fuente gnoseológica de gran valor, tanto profesional como personalmente.
Durante los primeros ejercicios me mantengo atenta a seguir en los espejos del aula los ejemplos y secuencias de movimiento que Cesar propone, intuyo que las posturas provienen de un universo iconográfico y literario muy especifico, el universo de los antiguos mexicanos. Un universo que en mi identidad de mestiza resulta en cierta medida ajeno pues se trata de una cultura obnubilada en una larga noche de quinientos años. Curioso pensar que justamente en 1519 Hernán Cortés inicia su avance hacia el centro de México. También fue el tiempo en que los portugueses emprendieron su expansión hacia la India a breve dominada por los persas y cuando el príncipe Zhu Chenhao se rebela contra el emperador Ming mientras Japón atraviesa el periodo Sengoku de guerras cruentas entre clanes medievales. Es el mismo año en que Carlos V se convierte en emperador del Sacro Imperio de Occidente mientras Martin Luther se une al debate contra la autoridad papal en Leipzig.
La cultura mesoamericana es leída y percibida a través de las vicisitudes de un dominio colonial, reinterpretada desde un presente plagado de hipótesis más o menos plausibles, que encuentra dificultad a admitir contradicciones emanadas de documentos y reliquias arqueológicas de reciente descubrimiento, en el asombro y recurrente malentendido de una herencia extremamente plural e indómita a una escritura univoca de la historia. Mientras mi cuerpo se despierta al movimiento en el espacio, a la interacción con el Otro, me siento diletante y al mismo tiempo emocionada por la dimensión de la improvisación. La sensación de inseguridad me abandona a veces pero regresa, se hace presente en la tendencia a racionalizar fomentada por mi neurosis. Intento introyectar la mirada, acceder al espacio sensible y escuchar mis pulsiones pero encuentro resistencia. Hacia el final, después de varias horas de trabajo el planteamiento de trabajo se vuelve complejo, hay la propuesta de uso dramático de varios objetos y un texto de León-Portilla con el cual interactuar. Mi cuerpo en el espacio discrimina un poco ciertos aspectos para resolver la propuesta del ejercicio y encuentro muy claramente la gesta del método
Valencia, es como si mi organismo fuera inducido «naturalmente» a habitar el presente escénico y entonces percibo con claridad, esa sinergia orgánica fruto del entrenamiento técnico que proviene de una fuente originaria de estudio que vincula la lectura y construcción de especificas categorías de juicio, de registro y trabajo sobre mi propio material físico, intelectual y ontológico integrándolo a la emergencia del momento, del instante en el que convergen la imaginación y la interacción con el presente. Lo percibo claramente, el presente, se erige ante la mirada del espectador, crece en función al trabajo, de cierto modo depurado, vertido en esa dimensión diáfana que surge del dialogo con la alteridad, donde se pretende compartir sin demasiada pretensión, un ejercicio de creación escénica.
Axcanteotl: El agua que cae como el torrente del tiempo. El tiempo es como el agua. Es el ambiente vital de plantas, animales, mujeres y hombres. En las cabañas del tiempo habitan los moradores del mundo pero, en los templos no viven los dioses. Los dioses no estan en el tiempo, los dioses -si existen- muy lejos están del torrente. Ellos no están ahí, no están ahora. Pero Yo si estoy ahí. Yo soy ahora. Ahora y ahora ahora. Mi nombre es Axcanteotl, dios del ahora. Ahora es mi nombre. Ahora, ahora y ahora.
Nederlans: Het water dat Walt is als de Strom van tied. Tied is as water. Het is de vitals omgeving, van plants, women and men. In de Hutton van de tied leven de bewoners van de were led, Mara in de temples leen de golden nite. De Golden besaran nite in de tied, de golden -als ze besaran -zijn verre van de strom. Ze zijn er nite, ze bestaan nite in het nu. Amar Ik bestia in het nu. Mijn naam is Axcanteotl, de god van nu. Nu is mijn naam. Nu, Nu en Nu.
Después de concluir el taller nos dirigimos al NDSM Fuse, un centro cultural que recupera una colosal fábrica de navíos, en medio del paisaje post-industrial de la zona norte de Amsterdam, en los últimos tiempos severamente amenazado por iniciativas de gentrificación y desarrollo edil. Tengo oportunidad de encontrar otros chicos mexicanos, artistas visuales y plásticos que realizan una muestr
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